OFICIOS PERDIDOS O EN VIAS DE EXTINCION
Es bonito recordar esos oficios
que ya, o se han perdido, o están en vías de extinción. La velocidad que
imprime esta sociedad hace que queramos
hacerlo todo deprisa y sin darle ese tiempo justo y necesario a la realización
de nuestros oficios, que hacen que se
disfrute en su confección.
Vamos a hacer un recordatorio por
esas profesiones que han dado sostenimiento
a la economía familiar sin tantas ambiciones ni competencias, sino sólo el procurar el pan diario y el disfrute
de realizarla.
Como no podría ser de otra
manera, empezaremos con la cestería.
LA CESTERÍA
La cestería es un oficio tan
antiguo como la humanidad. Los
primitivos observaban a los pájaros hacer sus nidos y vieron que podría serles
de utilidad. Así comenzaron a fabricar sus toscos cestos para recolectar y
guardar un sinfín de productos. En todos los libros de la antigüedad se hace
constar utensilios de cestería. La más común es, cuando la hija del faraón
recogió a Moisés en una cesta de mimbre en el Nilo.
Las cestas, cualquiera que sea su
forma, o el fin a que están destinadas, son unos recipientes hechos a
mano, con las muchas fibras vegetales
que la naturaleza nos proporciona,
(sauces, anea, cañas, juncos, palmas, etc.). Estas siempre deben ser flexibles
para poderlas manejar con facilidad.
Hasta no hace mucho, las cestas
eran imprescindibles para el quehacer diario (recogida de huevos, forrar
garrafas, recoger frutas y verduras, transporte de aves, guardar productos
perecederos, etc.).
El progreso, no siempre unido a
la salubridad, hizo que apareciera un sinfín de artículos supliendo a nuestras
queridas cestas. Su bajo coste pronto hizo que formara parte de nuestra vida
diaria. Así, hoy, podemos ver una variedad de cestas para los más variopintos
menesteres.
En España, los gitanos, vivían
exclusivamente de la confección de cestos y se les conocía como los canasteros.
En todas las ferias y mercadillos se les podía ver ofreciendo su mercancía.
De todos los materiales que se
emplean en la cestería, los más preferidos son la variedad de sauce, más
conocida como mimbre. Estas son fáciles de encontrar en nuestro país ya que,
nace espontáneamente en nuestros humedales cerca de los ríos y arroyos.
Las varas de mimbre, una vez
recolectadas, se pelan, se dejan secar y después se humedecen para que aumente
su flexibilidad. El trabajo del cestero o cestera, consiste en ir trenzando las varas, empezando,
generalmente, por la base. Según el tipo
de cesta que se vaya a fabricar, después de trenzar la base, se inserta otras
varillas, a modo de guía, para ir entrelazando el dibujo que se quiera formar
(de cruzadillo, enrejado, girado, etc.).
Hoy la cestería, tal como la
conocieron y practicaron nuestros abuelos, apenas tiene aplicación. Se siguen
realizando cestas para adorno, para decoración y los muebles de mimbre son muy
comunes en las terrazas y jardín. Pero el plástico vuelve a dar su lata,
sustituyendo nuestros bonitos, cómodos y sanos
sillones.
Los trenzados suelen ser a gusto
del artesano, que a veces llegan a tal perfección, que un cesto lo podemos usar
para almacenar harina, sin que se derrame ni una pizca.
Como ya hemos apuntado antes, los
nuevos materiales, han dado de lado la utilización cotidiana de los muchos
productos de cestería que existieron en tiempos, aunque sean mucho menos ecológicos
que los viejos mimbres. El cartón representa la tala de árboles y el plástico
ofrece numerosos problemas para su eliminación y reciclaje, mientras que el
mimbre y otros materiales vegetales crecen sin cesar y apenas sin necesitar cultivo, pero evidentemente,
nos hemos vuelto demasiado prácticos y
en un mundo regido por el mercantilismo. La cuestión del abaratamiento de los
costes se ha vuelto fundamental, sin pensar en las consecuencias.
La semana que viene volveré con
otro oficio perdido o en vías de perderse
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