martes, 28 de febrero de 2017

OFICIOS PERDIDOS O EN VIAS DE EXTINCION
Es bonito recordar esos oficios que ya, o se han perdido, o están en vías de extinción. La velocidad que imprime esta sociedad hace que  queramos hacerlo todo deprisa y sin darle ese tiempo justo y necesario a la realización de nuestros oficios,  que hacen que se disfrute en su confección.
Vamos a hacer un recordatorio por esas profesiones que han dado sostenimiento  a la economía familiar sin tantas ambiciones ni competencias, sino  sólo el procurar el pan diario y el disfrute de realizarla.
Como no podría ser de otra manera, empezaremos con la cestería.

LA CESTERÍA
La cestería es un oficio tan antiguo como la humanidad.  Los primitivos observaban a los pájaros hacer sus nidos y vieron que podría serles de utilidad. Así comenzaron a fabricar sus toscos cestos para recolectar y guardar un sinfín de productos. En todos los libros de la antigüedad se hace constar utensilios de cestería. La más común es, cuando la hija del faraón recogió a Moisés en una cesta de mimbre en el Nilo.
Las cestas, cualquiera que sea su forma, o el fin a que están destinadas, son unos recipientes hechos a mano,  con las muchas fibras vegetales que la naturaleza  nos proporciona, (sauces, anea, cañas, juncos, palmas, etc.). Estas siempre deben ser flexibles para poderlas manejar con facilidad.
Hasta no hace mucho, las cestas eran imprescindibles para el quehacer diario (recogida de huevos, forrar garrafas, recoger frutas y verduras, transporte de aves, guardar productos perecederos,  etc.).
El progreso, no siempre unido a la salubridad, hizo que apareciera un sinfín de artículos supliendo a nuestras queridas cestas. Su bajo coste pronto hizo que formara parte de nuestra vida diaria. Así, hoy, podemos ver una variedad de cestas para los más variopintos menesteres.
En España, los gitanos, vivían exclusivamente de la confección de cestos y se les conocía como los canasteros. En todas las ferias y mercadillos se les podía ver ofreciendo su mercancía.
De todos los materiales que se emplean en la cestería, los más preferidos son la variedad de sauce, más conocida como mimbre. Estas son fáciles de encontrar en nuestro país ya que, nace espontáneamente en nuestros humedales cerca de los ríos y arroyos.
Las varas de mimbre, una vez recolectadas, se pelan, se dejan secar y después se humedecen para que aumente su flexibilidad. El trabajo del cestero o cestera, consiste  en ir trenzando las varas, empezando, generalmente, por la base.  Según el tipo de cesta que se vaya a fabricar, después de trenzar la base, se inserta otras varillas, a modo de guía, para ir entrelazando el dibujo que se quiera formar (de cruzadillo, enrejado, girado, etc.).
Hoy la cestería, tal como la conocieron y practicaron nuestros abuelos, apenas tiene aplicación. Se siguen realizando cestas para adorno, para decoración y los muebles de mimbre son muy comunes en las terrazas y jardín. Pero el plástico vuelve a dar su lata, sustituyendo nuestros bonitos, cómodos y sanos  sillones.
Los trenzados suelen ser a gusto del artesano, que a veces llegan a tal perfección, que un cesto lo podemos usar para almacenar harina, sin que se derrame ni una pizca.
Como ya hemos apuntado antes, los nuevos materiales, han dado de lado la utilización cotidiana de los muchos productos de cestería que existieron en tiempos, aunque sean mucho menos ecológicos que los viejos mimbres. El cartón representa la tala de árboles y el plástico ofrece numerosos problemas para su eliminación y reciclaje, mientras que el mimbre y otros materiales vegetales crecen sin cesar  y apenas sin necesitar cultivo, pero evidentemente, nos hemos vuelto demasiado  prácticos y en un mundo regido por el mercantilismo. La cuestión del abaratamiento de los costes se ha vuelto fundamental, sin pensar en las consecuencias.

La semana que viene volveré con otro oficio perdido o en vías de perderse