domingo, 26 de marzo de 2017

EL CRISTAL SOPLADO

El vidrio, origen del cristal, es un material que se conoce desde tiempos remotos. Ya se utilizaba en las culturas griegas y romanas y por su belleza se sigue utilizando en nuestros días.
Algunos sostienen que la obtención del cristal se consiguió de manera fortuita, en algún proceso de alfarería, pues las bases del vidrio son minerales: sílice, potasa o sosa, y también cuarzo, potasa y cal. Lo que conocemos por cristal, no es más que el vidrio al que se ha añadido óxido de plomo. Todo esto fundido en hornos cuyas temperaturas superan los 1.200 grados centígrados. Antes de esta fusión, pueden añadirse óxidos  metálicos y colorantes, según el tipo de cristal que se desea obtener. Parece increíble, casi alquimia, que la fusión de estos elementos puedan formar una sustancia tan dura, frágil y transparente como el cristal.
Hasta la invención de los moldes y las prensas, el cristal se trabajaba todo a mano, mediante un curioso proceso que aún se practica, pero solamente para la creación de piezas muy especiales e importantes, cuyo precio es elevadísimo.
Los maestros cristaleros necesitaban de una pericia extraordinaria y de un aprendizaje largo y paciente para  lograr las maravillas que ha poblado muchos siglos del arte del cristal.
De la boca ardiente de los hornos y crisoles, a temperaturas, que como hemos visto eran infernales, extraían con unos caños de hierro, llamados precisamente cañas, la cantidad exacta de masa fundente que necesitaban para crear las piezas. Las cañas permitían soplar, y mediante el aire que salía de la boca del cristalero, iba dando forma la pieza, que en principio no eras más que una fina burbuja, solo con la ayuda de unas tenazas para cortar la masa en el momento oportuno, sin colocarla en ningún tipo de molde.
A su lado, un ayudante estaba atento por si, con unas tijeras especiales, había que retirar alguna gota sobrante de la masa. Si la pieza llevaba asas o adornos, otros maestros cristaleros lo hacían aparte mientras se realizaba la pieza principal porque había que colocarlos en caliente. Después de realizado todo esto, se pasaba a un horno de recocido, procurando que la pieza no entrase en contacto con la temperatura ambiente.
Ver trabajar a estos artesanos, que todavía existen en algunos talleres de la provincia de Madrid, Barcelona, Mallorca  y Murano ( Italia)es cosa admirable con la destreza que manejan esa masa semisólida y ardiente que sale de los hornos, en una labor de extraordinaria dureza e indudable maestría.
El cristal sigue siendo insustituible en la vida diaria, aunque otros materiales hayan ocupado su lugar en numerosos enseres de la casa y el uso industrial. Es un material noble y limpio, de belleza incomparable, que además admite el pintado y el tallado, llegando a crear objetos maravillosos.

Hoy todo el cristal que utilizamos se crea de manera industrial. Sin embargo, un buen vino en una copa de buen cristal es uno de los placeres más exquisitos que el hombre puede gustar

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